Los
voluntarios son personas normales y corrientes, como los demás, con sus virtudes y sus defectos. Estos días,
coincidiendo con el "Día Internacional del Voluntariado", no paramos de oír y leer elogios sobre los
voluntarios, quizás muy merecidos en la mayoría de los casos.
Pero
queremos poner un contrapunto a todo esto, escribiendo sobre una parte menos
difundida del voluntariado y el mundo que le rodea, su lado egoísta.
Dicen que
el Voluntariado, tiene como finalidad ayudar a los demás sin esperar nada a cambio.
Pero todo voluntario, tiene en el fondo, un interés al realizar su labor de
voluntariado.
Desde
que una persona decide hacerse voluntario y el motivo que la impulsa, se pueden
observar una serie de características que resaltan este lado poco difundido del
voluntariado.
El lado
egoísta del voluntariado, no tiene porqué tener connotaciones negativas, sino
todo lo contrario. Hacer voluntariado, nos hace sentirnos bien con nosotros
mismos, llenarnos de orgullo por la labor que realizamos, incluso nos puede
llegar a sentirnos felices y realizados
con nuestro modo de vida. ¿Acaso, eso no tiene tintes de egoísmo?
Haciendo
voluntariado, relativizas tus problemas, al ver que los problemas de los demás,
son mucho más graves que los tuyos. Eso hace, que empieces a dar importancia en
tu vida a las cosas que son realmente importantes.
El
voluntario, dicen que "recibe mucho más de lo que da", recibe cariño,
amor, experiencia, formación, valores, etc. Este desequilibrio entre lo que das
y lo que recibes, ¿No es otra forma de ser egoísta?
Ese
tipo de egoísmo que aparece intrínseco, en las personas que realizan
voluntariado no es nada negativo, pues te hace ser mejor persona. Pero existe un peligro en todo esto y que por
desgracia cada día se observa más en algunas personas voluntarias.
El
peligro del egoísmo en el voluntariado, sucede cuando el voluntario, empieza a
creer que es mejor que los demás por todo lo que hace. Que está un peldaño por
encima de las personas a quienes está ayudando. Si va buscando ser protagonista y el
reconocimiento público por la labor que realiza.
Este
tipo de voluntariado egoísta, cuando no encuentra lo que busca y no recibe lo
que espera, suele desaparecer, abandona
su labor de la noche a la mañana, a veces, sin avisar. Con el
consecuente daño colateral y perjuicio que produce en las personas o colectivos
a los que ayudaba y en la entidad donde prestaba su labor, ya que a veces no existen suficientes recursos para cubrir de forma inmediata el hueco que deja el voluntario que se ha ido.
Cuando lo anteriormente descrito, sucede, el
voluntariado deja de tener sentido y se convierte en egoísmo, en el peor de sus
aspectos, pues antepone su propio interés, no importándole a quien pueda hacer daño.
Para evitar que esto suceda, nunca podemos olvidar, que al hacer voluntariado, el que está al otro lado, a quien estás
ayudando, está situado al mismo nivel que estás tú. No es diferente a ti, ni
mejor, ni peor.
Y también, has de tener siempre presente, que mañana puedes ser
tú, quien necesite recibir ayuda.